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Cómo salir de la empresa y no morir en el intento

Expansión

Pactar la salida de la organización, comunicar la decisión con tiempo y, sobre todo, ser educado es la base de la correcta gestión de un cambio profesional.

La ira y el enfado pueden ser los protagonistas cuando un empleado anuncia en la empresa que va a cambiar de trabajo o cuando se le comunica su despido. Sin duda, malos compañeros en ambas situaciones. La vida da muchas vueltas,por eso lo mejor para los intereses profesionales y personales es separarse con educación y buenas formas de las personas con las que hasta el momento se estaba trabajando. «Hacer las cosas bien se recuerda, queda para toda la vida.

En cambio, las emociones pasan», considera Pilar Jericó, socia de Innopersonas. En opinión de José Medina, presidente de Odgers Berndtson, «se deben dejar las puertas abiertas con la organización sin ira ni rencor. Es decir, se debe quedar bien porque no hay nada que descalifique más que las malas formas».

Lo primero que se debe hacer es comunicar con suficiente tiempo la salida. Aunque hasta que no haya confirmación oficial de incorporación al nuevo puesto de trabajo no es conveniente. Como dice Medina, «primero se tiene que amarrar bien la llegada al nuevo puesto». De este modo,la empresa tiene tiempo de reacción y puede asumir el cambio, especialmente si el individuo que deja la organización posee un alto cargo: «He conocido casos de personas que han programado su salida con más de seis meses de antelación. En ese tiempo comunicó la salida, quién iba a ser su sustituto y cerró los temas adecuadamente», explica Jericó, quien añade que «lo peor es que se conozca que alguien sale de la empresa en los baños o en el pasillo. Algo que ocurre en más de una ocasión».

Las ventajas de actuar con educación son varias. Por una parte, los compañeros pueden ayudar a buscar un empleo en el futuro. Es decir, se convierten en contactos. Por otra, la antigua organización puede llegar a ser un cliente o proveedor del exempleado

La búsqueda de un sustituto es el siguiente paso. No sólo porque allana el camino con la empresa si la decisión ha sido tomada por el trabajador, sino también porque no se dejan asuntos pendientes a los compañeros. Además, si la persona que se marcha forma y aconseja a quien le va a reemplazar, la transición de una persona a otras será más fácil, la ruptura no será tan dolorosa y se quedará muy bien delante de la excompañía. Además, es mejor ser recordado como responsable, organizado y buen compañero, que por desastre.

Lo siguiente es actuar siempre con buenas formas: desaparecer de la noche a la mañana es una de las peores maneras de dejar un empleo.»El comportamiento ideal es decir ‘Ha sido un placer. Adiós’. Hay que actuar con estilo y dejar las cosas bien», expone Medina.

De este modo, es aconsejable ser agradecido, despedirse de los compañeros y de los superiores, guardar la compostura y no hablar mal ni de la compañía ni de los colegas; a pesar de que una de las partes (o empresa o trabajador) no esté de acuerdo con la salida. Para la socia de Innopersonas, «en todos los casos y en cualquier ruptura, hay que ser generoso».

Las ventajas de actuar con educación son varias. Por una parte, los compañeros pueden ayudar a buscar un empleo en el futuro. Es decir, se convierten en contactos. Por otra, la antigua organización puede llegar a ser un cliente o proveedor del exempleado, de ahí la conveniencia de mantener la compostura y la relación. A estas cuestiones, Jericó añade que «con una buena gestión de la salida, se gana prestigio y que se hable bien de uno. En el fondo, se trata del valor de despedirse bien. Es una cuestión afectiva».

El precio de hacerlo bien

Pilar Jericó ofrece un ejemplo de gestión positiva y otro de mala actuación en estas circunstancias. En el primer caso, que corresponde a un directivo del sector energético, el ejecutivo pactó su salida en tres meses, comunicó desde un primer momento a su equipo la decisión y sus motivos (aludió a temas personales, aunque hubo desencuentros con la dirección, según la socia de Innopersonas), y escogió y formó a su sustituto. Después le hicieron una cena de despedida.

El ejemplo de fracaso, ocurrido en el ámbito de la consultoría, el directivo salió de la compañía de la noche a la mañana por un enfado con la dirección, dejó abiertos todos los temas, criticó a su superior, lo que generó miedo y confusión, y a sus clientes. Una actitud que le desprestigió personalmente, de acuerdo con Jericó, quien concluye que «la salida de una crisis también define cómo somos».


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